Trás una explicación pausible para todo lo que la pandilla cree haber averiguado sobre su vecino, se nos muestra el "primer final", el típico del género, el happy ending americano en el que los chavales desenmascaran al vecino como el auténtico asesino en serie y se convierten en heroes del barrio. Pero no, antes de que puedan saborear las mieles del exito, el asesino, como si una peli slasher ochentera se tratara, y como homenaje a las mismas, vuelve a la carga y acaba con uno de ellos sin miramientos (todos esperabamos que alguien le golpeara por la espalda antes de que lo hiciera) y al protagonista le amenaza con volver algún día a por él, porque sí, hay algo peor que la muerte, vivir acojonado el resto de tus días. Y el tercer final, el definitivo, el más triste de todos, donde no hay ceremonia para el amigo muerto, donde la cinta nos devuelve al inicio, con el prota su bici por el barrio repartiendo periódicos pero donde todo es mucho má triste. Ya no es el inicio del vereano, ya no hay sonrisas y saludos amables. Ahora la chica de sus sueños abandona el barrio, sin despedidas lacrimógenas, sólo un coche que pasa fugaz y dos miradas que se cruzan; sus amigos ya no lo son y la casa precintada de su vecino que ha perturbado para siempre la paz del barrio, le recuerda que ya no podrá dormir tranquilo el resto de sus días. Lo dicho, el verano del 84 será inolvidable.
Aprovecho el spolier para destacar ese guiño a Polybius, con esa maquina en la bolera con el cartel de fuera de servicio y preguntar si había otros easter eggs que me he perdido.
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