Mostrar feed RSS

Nihil

Verdes (parte 2)

Calificar esta entrada
La presión mediática convirtió “los sucesos de Verdes” en la noticia del mes. En las tertulias mañaneras, las patochadas del mundo del “corazón” habían sido relegadas a un segundo plano. Los telediarios abrían con pequeños detalles que no aportaban nada al caso y generaban más y más alarma social.

El juez decretó el secreto de sumario... y menos mal. Las diligencias previas estaban siendo un desastre. No encontrábamos móvil del crimen, ni se había hallado veneno en las autopsias, tampoco aparecían armas homicidas... sólo seis muertos varones, seis días, seis infartos fulminantes en el mismo escenario: los brumosos bosques que rodean Verdes. El diagnóstico de los médicos era unánime. Muerte natural. El diagnóstico de los vecinos también era unánime. Asesinatos, brujería... o ambas cosas.

Tras una decena de visitas a Verdes, sólo dos personas habían arrojado algo de luz al asunto. Una señora excéntrica y medio esquizofrénica, -con ínfulas de meiga- y el practicante, ya retirado.

Por otra parte, el responsable del centro de salud se negó en redondo a contestar a mis preguntas hasta que aparecí con una orden judicial. Obtuve respuestas a base de monosílabos y una única conclusión: muertes por paro cardíaco absolutamente normales. El galeno trataba de no pronunciar la palabra “negligencia” y aducía que los tiempos en la UCI habían sido correctos. Que el trabajo de los técnicos sanitarios de la ambulancia y del centro de salud podía calificarse de “perfecto”. Era obvio que quería quitarse de el medio cuanto antes pero salvaguardando la profesionalidad de su equipo. Tenía un toque ligeramente desagradable, perfil alejado del médico afable amigo de sus pacientes. Ni siquiera sabía gallego después de vivir media vida allí, y su castellano sureño, seco y cortante, le ayudaba a mantener las distancias con los lugareños. Antipático, pero en ningún caso sospechoso.

Fui a ver a la familia del último fallecido. Román Saavedra. Allí era costumbre velar al muerto en el hogar. Aparqué frente a una amplia casa tradicional con un extenso patio lleno de frutales. En el jardín, a la izquierda, un castaño enorme y enigmático se erguía con fuerza tapando parte de la vivienda con sus ramas.

La puerta estaba abierta. Entré tras llamar y no obtener respuesta. El olor a caldo lo inundaba todo. Se ve que la familia no había perdido el apetito pese a la reciente defunción de Román.

El sexto “infartado” era padre de familia, tractorista y pequeño propietario. Hombre vital, muy querido en el pueblo y magnífico profesional. Tenía 57 años; aún veía lejos la jubilación. No atravesaba problemas de salud serios, y sólo unas cataratas en el ojo izquierdo le daban algo la lata. La muerte le llegó buscando setas, actividad que siempre realizaba solo, tal y como él decía “para que los setales no se llenaran de ignorantes”. Paradójicamente, el cadáver fue hallado en un claro del bosque, en una zona plagada de senderuelas, pequeños hongos de sabor dulce que crecen en “corros de brujas”, por centenares, en círculos perfectos.

Me acerqué a la viuda, vestida de riguroso negro, que velaba el guiso en la cocina.

-Buenos días. Lo lamento mucho. Su esposo era un buen hombre.

-Creía que usted no lo conocía, señor. Pero gracias -contestó con cierto desdén.

- ¿Sabe quién soy? -Pregunté con firmeza, modulando mi voz para hacerla todavía más grave.

-Imagino que policía. Al menos lo parece. Pero aunque agradecemos su presencia, este no es un caso para la policía. Román murió haciendo lo que más le gustaba, recoger setas. Y que yo sepa, un infarto no se puede provocar –argumentó, vocalizando pausadamente y con cierto sarcasmo.

-Quizás sí se pueda provocar. ¿Es usted médico? -contraataqué.

-No, soy dependienta en la joyería familiar. Pero creo que usted debería respetar nuestro duelo y dejar descansar a los muertos. ¿Tiene alguna pregunta más? -sentenció la viuda.

Saludé con desgana y me di la vuelta. Poco más podía rascar allí. Salí del caserón. La niebla se hacía más y más densa. El castaño de la entrada parecía ahora un monstruo, un extraño protector de la rústica vivienda.

Enviar "Verdes (parte 2)" a ¡Menéame! Enviar "Verdes (parte 2)" a Technorati Enviar "Verdes (parte 2)" a Digg Enviar "Verdes (parte 2)" a del.icio.us Enviar "Verdes (parte 2)" a Google Enviar "Verdes (parte 2)" a Finclu Enviar "Verdes (parte 2)" a Copada Enviar "Verdes (parte 2)" a StumbleUpon Enviar "Verdes (parte 2)" a Reddit Enviar "Verdes (parte 2)" a FaceBook

Categorías
Sin categoría

Comentarios