Se despertó en la madrugada de un día trece. Estaba tumbado, rodeado de edificios, mirando al cielo, contemplando una vez más aquel espectáculo. Le encantaba ver cómo las estrellas paseaban a sus anchas, con una lentitud geológica, frente a sus ojos. Estiraba los brazos hacia el cielo -con las manos bien abiertas- y esperaba a que entre su mirada y el firmamento se interpusiera una estrella. En aquel momento, no dudaba un segundo en agarrarla y meterla en la caja que siempre le acompañaba. ...