timofonic
06/05/2004, 17:02
http://www.theregister.co.uk/2003/01/27/bad_publicity_clashes_trigger_ms/
Nos quieren meter la porqueria del Palladium como sea, por mi parte no quiero eso y nunca lo querre, pero ahora estan con los trucos que quieren poner que se desactive, y ya veras cuando los siguientes nuevos equipos no se pueda desactivar o vete que se traman...
Al parecer se han buscado el nombre para que sea dificil hablar de el, y lo han conseguido los muy @#@*)&(, porque eso es impronunciable!
Para los que no sepais es esto, basicamente es algo que controlara que software instalar y que no, teniendo que estar firmado y tal para poder ser instalado... Por lo cual nos dejaran instalar lo que ellos quieran, esto es, falta de libertad... Aunque hayan puesto que se podra desactivar, creo que es una tecnica para poder "meterla doblada" y luego que no se pueda desactivar en futuros equipos o quien sabe si alguna "actualizacion obligatoria" por algun bug muy problematico o yo que se...
aunk la mona se vista de seda, mona es, y mona se keda.....
los productos de mocosoft siempre tienen truco.
Xp, despues de la comodidad de "no pongo drivers, va todo" se esconde un sistema inseguro, con mas agujeros que un queso grullere.....
kien se lo instaler ya sabra las jugarretas de mocosoft, y ademas tendra algun spyware "accidental" k vendra con el programa.
Ya sabeis el objetivo numero 1 a ***** por parte de los piratas....
la comodidad sale muy cara.
timofonic
07/05/2004, 15:07
Ya te digo, pero vamos, lo triste es que la gente desconoce lo que es y seguramente lo tendran cuando lo saquen, cuando se den cuenta sera demasiado tarde...
Creo que mi idea sobre el futuro esta empezando a fraguar...
Quien sabe si en el futuro todo el software que no sea de microsoft sea ilegal, que el hardware estara controlado por ellos, etc...
En el futuro, las mafias en vez del narcotrafico ser su principal fuente de ingresos, lo sera el trafico de informatica ilegal...
chemaris
07/05/2004, 16:45
yo hace tiempo que sigo con "miedo" todo esto y no es para menos, como haga lo que quiere adios Libertad
esta historia no es mia, (ya me gustaria que lo fuera) es de mced esta sacada de otro foro pero es muy buena y puede ser que no de ciencia ficcion es lo que parece y dentro de unos años asi sera, por lo menos ya se empieza a inplantar con el prescott y el windows longhorn aunque todavia no sera 100% operativo)
es una cosa muy seria y hay que intentar pararlo y la mejor forma es potenciar el software libre y dar la espalda a microsoft aqui la historia no tiene desperdicio, es muy larga pero merece al pena leerla
Esto es largo, así que id primero a hacer pis y, de paso, pillad de la cocina algo para picar y un refresco. Si queréis acusarme de inspirarme en Orwell o en Huxley, aceptaré los cargos sin discusión.
Anoche tuve una pesadilla espantosa. Como todos los días, salía de casa camino del curro y, mientras recorría a pie los tres kilómetros que me separaban de donde habia conseguido aparcar el coche el día anterior, advertí algo raro en la gente. Al principio, absorta en mis problemas, mi mente tan sólo registraba un leve aumento en el porcentaje de feos sueltos por el barrio. Pero a medida que me fui fijando más detenidamente, pude comprobar que llevaban algo raro en la cara.
Portaban una máscara negra. El del butano. El panadero. Vicente, el dueño del bar de al lado de Correos. El ****** del niño de los vecinos del quinto, berreando como siempre. La vendedora de cupones de la ONCE, saliendo de su coche adaptado. Todos llevaban esa cosa rara tapándoles el rostro. Confieso que, por momentos, me sentí algo acojonado. ¿Mira que si hay algún escape de gas? Por la radio no habían dicho nada...
Venciendo mis temores, me acerqué a una pareja de señoras que permanecían a la entrada de su portal, hablando en un extraño dialecto que no identificaba con ningún país. Ellas volvieron la cabeza y me miraron como podrían hacerlo los encorbatados de la sala VIP de un aeropuerto, si se introdujera en ella un grupo de punkies. Su expresión inicial de sorpresa cambió instantáneamente a otra que mediaba entre la estupefacción y el desdén. Naturalmente, esto sólo podía leerlo en sus ojos: el resto de sus caras se escondía tras las pertinentes máscaras negras.
"¿Que no sabes qué es esto?", la faz de la más rechoncha de las dos se iba retorciendo a medida que avanzaba su incredulidad. "Es una Palladium, la máscara que todos llevamos... bueno, todos, menos esos okupas y comunistas que sólo viven del cuento y no quieren trabajar" --no se molestó en disimular la pulla, echando una rápida ojeada a mis botas y a mi despejado rostro.
Pero se notaba que estaban deseosas de charla: había escogido bien mi objetivo. Así que, poco a poco, fui sonsacándoles los detalles de la situación. Por lo visto, el tal Palladium era algo totalmente implantado en la población. Permitía a sus usuarios hacer un montón de cosas: cambiar el timbre de voz a voluntad, hablarse entre ellos sin importar la distancia (los móviles parecían ser algo antediluviano), conectarse a grandes redes de comunicaciones, controlar multitud de dispositivos sólo con el habla, comprar, operar, vender... De esta forma, nadie concebía la vida diaria sin estar permanentemente en contacto con una Palladium. Incluso, durante el sueño, monitorizaba un amplio número de variantes de salud y enviaba el correspondiente informe al gabinete médico adscrito al usuario, de tal forma que aquél tenía información actualizada sobre su estado físico y psíquico. También poseía un dispositivo de localización por satélite y un sistema de alarma instantánea, conectada con las fuerzas policiales, que se activaba ante el menor peligro que pudiera acechar a su dueño; además de disponer de un sistema propio de defensa basado en descargas sonoras insoportables para el oído humano. Todo esto había hecho descender la inseguridad ciudadana hasta convertirla en un fenómeno residual.
Un escalofrío recorrió mi espalda. Sin duda, era enorme y maravilloso el paso que había dado la ciencia, consiguiendo unos hitos soñados por todas las generaciones anteriores. Pero había algo inquietante en esas máscaras --de todos los colores, aunque la moda de la temporada era el negro-- expuestas por doquier en cualquier escaparate. Sus correas parecíanme destinadas a apretar algo más que las cabezas de sus dueños. Un detalle hizo captar mi atención. En las etiquetas del precio, figuraba la siguiente leyenda: "180 euros más 6 meses de actualizaciones gratuitas del software. Financiamos hasta en un 75% la sustitución del sistema, pasados dos años".
Entré en el comercio e, ignorando los gestos de desagrado que se me dirigían, conseguí información. No sólo había que desembolsar el precio de la adquisición de la Palladium, sino que había que sustituirlo cada cierto tiempo --pasando por caja, claro-- para asegurar su correcto funcionamiento. No había ni rastro de otras ofertas ni de competencia: todas las máscaras estaban fabricadas por un mismo Consorcio, entre cuyas empresas integrantes había tres muy conocidas: M, I y A.
Me fijé en otra de las ofertas, resaltada con una animación holográfica: "Pruebe una Palladium Plus III durante tres días, sin compromiso". Apunté el dato y, al salir de mi trabajo de jornada intensiva --afortunadamente, la mía era una actividad de control que desarrollaba en solitario, porque estaba ya cansado de que me mirara todo el mundo--, volví al establecimiento y me llevé la máscara de prueba, no sin la previa dosis de desconfianza del dependiente, que se esfumó en parte al conectar su Palladium con la Asociación de Banca y comprobar el estado de mi cuenta corriente. Pese a ello, no me devolvío el "buenas tardes" al salir.
Una vez abierta la caja y apartado el material envoltorio, apareció la flamante máscara Palladium. La cogí con el mismo ánimo con el que sostendría el hígado de un muerto y la deposité con cierta precipitación en el sofá. Debajo estaba lo que me interesaba: el manual de instrucciones, bastante gordo por cierto. Así que hice café, desconecté mi teléfono móvil --aunque sospechaba que nadie usaría algo tan obsoleto para comunicarse conmigo-- y me dispuse a leerlo.
A medida que avanzaba la noche, mi inquietud inicial se fue transformando en un terror cada vez más patente. El manual era pura propaganda de parabienes referidos al producto, pero también contenía abundante información técnica. Eso sí, en letra pequeña, largos párrafos sin puntos y aparte, y escrito en una jerga técnica que no estaba al alcance del ciudadano normal. Pero yo era profesional tecnólogíco y podía salvar este obstáculo. Y de lo que iba leyendo, se iba alimentando mi espanto.
La máscara tenía más poder del que daban a entender los paneles publicitarios holográficos, llenos de colores y alegres sintonías. Para empezar, poseía un nuevo lenguaje propio, que no tardé en relacionar con los extraños fonemas que articulaban las dos señoras aquéllas del portal. Entre otras aparentes ventajas, salvaba todas las barreras idiomáticas existentes en el mundo y corregía de forma dinámica y automática el sentido de las conversaciones, de tal forma que las malinterpretaciones quedaban eliminadas. Lo más grave del asunto es que se estipulaba con que, en un plazo de unos diez años, acabaría haciendo innecesario el uso de los idiomas tradicionales, reemplazándolos por completo. Nadie podría hablarle a los demás sin poseer una Palladium.
Pero no acababa ahí su influencia. Todos los aparatos domésticos y de consumo en general se estaban adaptando a Palladium. Los coches no tenían volantes o pedales: se conducían mediante rápidas órdenes del lenguaje de la máscara. Lo comprobé en mis carnes al estropeárseme días después mi viejo televisor: en gran parte de los comercios sólo vendían 'compatibles Palladium', unos aparatos sin botones que sólo respondían a señales procedentes de un usuario conectado a la máscara de marras. En cierto modo, me sentí aliviado: en la caja tonta, haciendo honor al calificativo, tan sólo se emitían espacios para descerebrados.
Aún había más. Se estaban comenzando a comercializar --y no tardarían en imponerse, ya que el Consorcio controlaba el mercado ante la impasividad de la sociedad-- máscaras con visores incorporados. Éstos inspeccionaban la marca de agua de todo lo que los ojos alcanzaban a vislumbrar y se ponían en contacto con una gran base de datos, que decidía si el material tenía la correspondiente licencia y era propiedad del usuario. De no ser así, el visor enviaba unas ondas que cegaban temporalmente a aquél, hasta que desviaba la vista. Lo mismo pasaba con los otros cuatro sentidos. De hecho, la máscara avisaba de cualquier actividad "delictiva" (lo que incluía leer los libros que me prestaban mis amigos) a la central de seguridad y, tras un rápido dictamen judicial, se presentaban agentes en el domicilio del "delincuente" a requisar esas pertenencias.
Esto abría la puerta a una posibilidad tenebrosa. ¿Se extendería la prohibición de ver u oir material robado, a todo aquello que resultara incómodo para los poderes? Si de ellos dependiera, la respuesta estaría clara. Todo mi vello se erizó ante la horrible perspectiva. ¡Incluso podrían impedir que incluso yo mismo pudiera leer los artículos escritos de mi puño y letra!
Inmediatamente pensé en mis amigos hackers y en su habilidad para burlar cualquier sistema de seguridad. Pero no tardé en comprobar que la esperanza era vana: el sistema de comunicaciones estaba protegido por unas claves criptográficas tan sólidas, que invalidaban cualquier intento de ruptura así estuvieran un millón de potentísimos ordenadores trabajando en ello durante cien años.
chemaris
07/05/2004, 16:47
Así que la única solución pasaba por liarse la manta a la cabeza y detener aquella situación mientras aún se encontrara en estado gestante. Y el objetivo estaba claro: concienciar a la población. Así que, mientras las comunicaciones aún no estaban del todo intervenidas, nos pusimos en contacto varios amigos y, a su vez, con otros grupos de resistencia a escala local, regional y mundial. Esquivando los controles gubernamentales, por aquel entonces aún tibios, tratamos de avisar a los ciudadanos de los peligros que se avecinaban, comenzando por los más cercanos a nosotros (los tecnológicos) y abriéndonos después a todo el espectro poblacional.
Pero todo fue inútil. Nos topamos con un rebaño de borregos, que avanzaban hacia el precipicio sólo porque su pastor les dirigía hacia ese lugar. La máscara era más que una moda: era una costumbre enraizada. Nadie quería renunciar a las ventajas que proporcionaba. En su ya establecido Bienestar, la Palladium les hacía la vida más fácil y era directo partícipe de la felicidad de su existencia. Sin delincuencia, sin enfermedades, sin traumas, sin... libertades. Pero, ¿quién se acordaba de ese concepto?
Poco a poco pero de forma implacable, nuestra lucha comenzó a toparse con graves dificultades. Las grandes redes de comunicaciones ya sólo funcionaban bajo estándares Palladium. No había onda, ya fuera de radio o vídeo, ya fuera magnética, eléctrica u óptica, que no se hallase bajo su control. Nuestro grupo fue perdiendo contacto y la guerra se fragmentó en guerrillas aisladas. Los medios tradicionales también fueron marginados. Ni siquiera se producía papel o tinta. La noche eterna se cernía sobre nuestro postrero movimiento de resistencia.
Hasta que, cierto día de invierno, fui el único en acudir a la reunión de estrategia de los lunes. Salí del penumbroso local con mi mano puesta sobre mi falsa Palladium de plástico, simulando arreglar un desperfecto. No quería cruzarme por la calle y ver a ninguno de mis ex-compañeros con el monstruo negro aferrado a su rostro. Aunque en realidad, quizá no quería contemplarme a mí mismo reflejado en aquellos escaparates, melancólicamente apagados pese a la intensa luz de sus intermitentes neones.
Un soplo de vivificante viento se abalanzó sobre mi rostro, ya despejado, llevándose consigo una última lágrima mientras entraba en el establecimiento.
Me acerqué a una estantería y cogí una Palladium.
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Si creéis que este relato es una paranoia apocalíptica, pasáos por esta dirección:
http://linuca.org/body.phtml?nIdNoticia=93
Aún estamos a tiempo de parar TCPA/Palladium. Quizá mañana sea tarde.
Y AKI EL :
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timofonic
08/05/2004, 02:18
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La version actualizada de las preguntas frecuentes :)
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