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ZDV Bot
20/12/2012, 12:15
Leer noticia original en Anaitgames (http://www.anaitgames.com/articulos/ahora-que-el-fin-se-acerca)

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Todo son risas hasta que los mayas aciertan. Y si han acertado como muchos conspiranoicos aseguran a gritos —probablemente en lugares públicos, ataviados con ropa vieja y sucia y oliendo a Soberano—, entonces eso quiere decir que podemos darnos por jodidos en menos de 24 horas. Que eso de que la vida son dos días es hoy más falso que nunca: la vida es mucho menos que eso, es nada, un rato. Eso sí, no sé a vosotros, pero a mí antes de morir me gustaría saber cómo va a suceder el Fin del Mundo, si caerá un meteorito, el océano nos inundará o si se abrirán los cielos y de una grieta cósmica aparecerá un gigantesco tío con barba y el ceño fruncido que agitará un cinturón doblado contra la palma su mano izquierda y dirá en un idioma que todos entenderemos: "Contento me tenéis".

Así que asomémonos a la pocilga de desenfreno lúdico en la que retozamos a diario, los videojuegos, y estudiemos qué hipótesis nos propone el medio y qué deberíamos esperar de una fecha casi tan señalada como la gloriosa retirada de Miguel Ríos: la extinción absoluta de toda la humanidad.

El apocalipsis zombi
Este es mi favorito, para qué negarlo, aunque tiene trampa porque hay una amplia variedad de razones para que los muertos se levanten y devoren a los vivos. No hace falta entrar en el eterno debate sobre zombis o infectados: dejémoslo en gente que ya no es la que era, un "tú antes molabas" algo más extremo por aquello de incluir ultraviolencia, canibalismo y hordas de "expersonas" enfadadas con los supervivientes.

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Los ejemplos me salen por las orejas: Left 4 Dead, Zombies Ate My Neighbors, Dead Rising 2, los modos zombi de algunos Call of Duty, Dead Nation, Lone Survivor o los más recientes The War Z y el mod DayZ. Enumerarlos todos sería tan absurdo como tedioso e inefectivo, pero sí podemos hablar de lo que de verdad importa: por dónde nos la pueden meter si esto sucede mañana. En The Last of Us, por ejemplo, es un virus fúngico el que termina por convertir a las personas en setas de uno ochenta con muy mala leche, una hipótesis relativamente original ante clásicos como las armas biológicas en malas manos de Zombie Revenge de Dreamcast, las maldiciones incas de Red Dead Redemption o las profecías malrolleras de ZombiU y Zombie Zombie de ZX Spectrum. Tampoco nos olvidemos del no tan manido tópico del metorito tóxico de Zombie Nation para NES o el más puro rencor de Stubbs The Zombie, ni de las buenas intenciones que se terminan torciendo, con científicos manazas como el Dr. West de Dead Island.

Y luego están los motivos realistas: parásitos cerebrales, neurotoxinas, experimentos con las células madre, nanorrobots o una mala tarde en Corea del Norte. Todos estos elementos tienen algo en común: solo necesitan hacer que dejemos de absorber o generar serotonina para convertirnos en las ***** bestias locas, malignas, asesinas e imparables que seríamos todos si no fuese por ese pequeña sustancia. Bendita química, ¿eh?

El apocalipsis nuclear
No hace falta ni coger un libro de historia o consultar una hemeroteca: jugando a Fallout 3 uno se da cuenta del miedo que tenían en los años cincuenta a una guerra atómica. Y desde luego no era para menos después de que Estados Unidos destrozara medio Japón con un par de petardos bien gordos. Un "¿tonto yo? tonto tú" con armamento nuclear entre Norteamérica y Rusia habría sido el equivalente bélico a rascarse el párpado con una motosierra. Un destrozo bonico, bonico a nivel mundial.

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El olvidable Cuban Missile Crisis: The Aftermath, Metro 2033 o la propia saga Fallout rascaban, no solo en el propio postapocalipsis, sino también en los miedos de la sociedad a que todo volara por los aires si la Guerra fría se convertía en una guerra tan caliente que le chamuscara a uno las cejas y el resto del tejido no óseo, eso sí, en 2052 y entre China y Norteamérica, todo por culpa de una crisis petrolífera. Igual si hubiesen sabido lo divertido que era rapiñar ítems por el páramo y matar a bandidos con creto se lo habrían tomado con más calma. Pero la semilla venía de antes, de Wasteland —que tiene en desarrollo su secuela oficial debidamente kickstarteada—, que situaba la Guerra Nuclear entre EE.UU. y la Unión Soviética en un 1998 alternativo donde los rusos están todavía más zumbados y a los americanos les gobierna el Tea Party.

Y es que la radiación es una zorra muy arisca, así que su invasión de la cultura pop ha sido enorme. S.T.A.L.K.E.R abunda en la idea tarkovskiana de una Chernobyl virtualmente acordonada cuyo esconde abominaciones biológicas, mutaciones inimaginables y tesoros increíbles, una especie de dimensión paralela que podría ser la avanzadilla de un nuevo orden mundial. Y todo ello por culpa de unos rojos locos tratando de imponer su utopía comunista, cuando aquí se limitan a manifestarse, ducharse poco y maltratar material policial con la cabeza. O peor: ser Gaspar Llamazares.

Vestigios de una civilización muerta, metal oxidado, brisa polvorienta, olor a ceniza y perros de tres cabeza es lo que podría estar a la vuelta de la esquina según ejemplos como S.T.A.L.K.E.R., Fallen Earth, El Puño de la Estrella del Norte. Y teniendo en cuenta las dispares consecuencias de sobrevivir a la radiación (lo mismo te conviertes en un superhéroe que en un amasijo de carne balbuceante), más vale tomarlo con dignidad y dejarse desintegrar, que al fin y al cabo más duele arrancarse un padrastro y aquí seguimos todos.

Causas "naturales"
Cuando trabajaba en el padrón municipal me tocó digitalizar algunos certificados de defunción. Solo fueron tres meses, pero desde entonces ya nunca volví a ser el mismo. Ha pasado casi una década, pero recuerdo que en la pila de Causas naturales abundaba algo que me tenía desconcertado: obstrucción de colon. No os creeríais la cantidad de gente que se queda tiesa con la panza literalmente atascada de mierda; es algo extraordinario. Si esto lo extrapolamos a escala planetaria, está claro cuál sería el problema: la polución.

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Porque aunque lo metamos en el mismo saco mediambiental, no es lo mismo el agotamiento de recursos (Oil Rush) que la contaminación (Armored Core), igual que no es lo mismo morirse de inanición por no comer que contraer el cólera por no lavarse en años. Y la higiene personal de planeta, hay que admitirlo, no es algo que llevemos bien. En Beneath a Steel Sky una debacle nuclear indeterminada compartía habitación con un nivel de polución que empezaba volver locos a los habitantes de la Tierra, que habían decidido crear algo llamado "principios neodemocráticos" y trasladaban sus guerras al que hoy en día consideramos la piedra angular de la civilización, el hilo del que todos pendemos: los mercados. A través del sabotaje y la inflación tecnológica se consumaba una batalla económica entre Sindicato y Corporación, una idea ciberpunk del crepúsculo de la humanidad bastante más complejo que una gripe jodida o un pedrusco cósmico.

Porque esta es otra: la amenaza de los meteoritos (como en RAGE o en Midwinter, de Amiga y MS-DOS, donde un asteroide nos pegaba una megahostia que nos vestía de torero y provocaba una nueva edad de hielo), la era glacial súbita (Battlefield 2142) y las ondas de calor espaciales (en Baroque una de ellas convertía a los pocos supervivientes en mutantes y encima todo coincidía con la llegada de unos demonios japoneses, también es mala suerte) van también de la mano con los desastres sismológicos (I Am Alive o Fracture, donde el planeta decía basta y una cadena de movimientos tectónicos hundía países, destruía los polos y aumentaba el nivel del mar, desbordando el Mississippi y partiendo Norteamérica literalmente por la mitad), las enfermedades (la Muerte Gris de Deux Ex, que admás bipolariza a la sociedad entre quienes pueden pagarse la medicación que frena el proceso y los que les toca palmar), la superpoblación (en Hydrophobia los pudientes se han refugiado en un Arca de Noé futurista pero están bajo la amenaza de unos ecoterroristas locos que, bien por ellos, buscan la aniquilación humana para salvar al planeta; "save the planet: kill yourself") o la simple y llana extinción del hombre, como en Fragile Dreams: Farewell Ruins of the Moon, donde encarnábamos a una versión más japonesa y amanerada de Chartlon Heston en El último hombre vivo. Porque si la extinción nos tiene que llegar a todas las especies y ese es nuestro destino, yo estoy muy contendo de poder ahorrarme la Navidad.

La maldita, maldita ciencia
Esto podría ser una prolongación del atardecer nuclear, aunque en este tipo de apocalipsis la gracia está en lo involuntario del asunto. La idea de que evolucionar la tecnología más de la cuenta puede girarse en nuestra contra lleva en la ciencia-ficción y el terror desde los años cincuenta, y hoy en día todavía nos dura. Y la personificación de este terror tiene nombre: inteligencia artificial.

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En Terminator: Salvation (que menudo mojón, por cierto) la simpática Skynet ya lo había puesto todo patas arriba, al igual que en Hard Reset, Xenoblade Chronicles, Enslaved o Enter The Matrix, donde los robots habían tomado conciencia de su poderío y nos tenían convertidos en pilas no recargables.

Luego están los meros accidentes que se le van a uno de las manos, como en Tokyo Jungle (¡spoilers!), donde una serie de viajes en el tiempo provoca una paradoja temporal que deriva en la desaparición de toda la población mundial. Aunque aquí, como en tantas otras cosas, Half-Life 2 (y en menos medida BioShock) puede que sea el mejor ejemplo: tanto va el cántaro al portal interdimensional que al final se rompe y vienen los Combine a crashearte la party en, poquita broma, siete horas.

Las invasiones bárbaras
Decía que los Combine son fruto de un error humano, de abrir puertas demasiado peligrosas. Pero uno nunca sabe por dónde le puede venir el apocalipsis, sobre todo cuando depende de planes ajenos. Gears of War, por ejemplo, juega con la clásica invasión extraterrestre, solo que esta vez es intraterrestre y, por tanto, técnicamente más terrestre que nosotros mismos.

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La idea subterránea era abordada también en uno de los segmentos de Chrono Trigger, cuando Lavos, un parásito alienígena gigante que había aterrizado en la Tierra hacía 65 millones de años, ahora decidía desperezarse y destruir toda la **** galaxia. Los Chimera de la saga Resistance tiran un poco más por el camino fácil: navecicas y monstruos diezman al mundo en una guerra que, de nuevo, dura un suspiro. El comandante Shepard también tenía claro de dónde vendría la amenaza: en Mass Effect 3 descubrimos que cada 50.000 años una raza llamada Reapers acude a nuestra galaxia para recorger y consumir toda forma de vida, como fruta madura colgando de un árbol.

Que Dios nos coja confesados
Y como siempre, está también el lado místico del asunto. De hecho es la razón de ser de este paseo por el fin del mundo. La profecía de los mayas, eso sí, por muy profecía que sea no tiene nada que ver con un dios vengativo, sino más bien con una concepción algo particular y rudimentaria de la astronomía y los ciclos atrales. Pero realmente hay quien cree que el final de la película llega cuando el mismo que nos creó decide llevarse el Scattergories que es la vida humana. ¿Y quién somos nosotros para sacarles de su delirio religioso?

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En los videojuegos este fin del mundo no es tan habitual, o al menos no del modo bíblico. Lo más cercano en nuestro medio es abandonar una partida de Populous, pero el misticismo siempre es una gran inspiración y hay quien no duda en combinarlo con el apocalipsis. En DarkSiders, por ejemplo, Cielo e Infierno mantienen el equilibrio de su eterno conflicto gracias al surgimiento de los humanos hasta que ambas partes se cansan y bajan a inflarse a guantazos en el Reino de los Hombrs, invocando a Guerra, el jinete que junto a los otros tres debe dar por terminado el capítulo de la humanidad a espadazo limpio, aunque las huestes del Infierno se le han adelantado.

No hay mucho más. Quizá Bob, el querubín alado que Dios Todopoderosos mandaba a la Tierra en Messiah de Interplay para eliminar la corrupción y el pecado usando la posesión, podría entrar en este grupo selecto de juegos inspirados en el Apocalipsis del libro de la Revelaciones. Técnicamente sería exactamente eso, la erradicación de la humanidad, uno por uno hasta la extinción. Porque seamos francos: ¿quién en la sala está libre de pecado? Pues eso: a palmar, niños.

Y ahora que el fin se acerca, una recomendación musical de @chiconuclear (/u/chiconuclear) que podéis escuchar en bucle mientras todo se viene abajo. ¡Que vaya bonito!



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